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Foto Helen Levitt |
RELATO 1
LLAMADA PERDIDA
Aquel día M536 se desplazó con sus hijos, M5361 y H5362, a la cabina recién instalada. Fue una idea del concejal de urbanismo don H392. Con ello pretendía un guiño al arcaico sistema de comunicación.
Doña M536 estaba harta de lo cansinos que se ponían sus hijos manipulando sus dispositivos de hologramas; así que decidió que éstos conocieran ese antiguo medio.
Tras una simulación de llamada, una operadora le respondió; seguida de un gran apagón.
De repente se encontraron en los años 70.
Atrapada, angustiada, insistió al teléfono
Una vez ingresados en un hospital psiquiátrico, la operadora devolvío la llamada.
RELATO 2
¡SORPRESA!
Hip hip, en un banco, un borracho filosofaba entre tragos.
Las botellas, cual perritos fieles, le hacían rueda.
Despeinado, desentonado, desubicado.
—Jo, esa cabina… entra gente normal y sale rara.
Entró.
Años después, padre de familia modelo, pasa por la cabina.
¡Flash!
Recuerda: él tambaleando, la cabina succionándolo como licuadora galáctica.
Sus células bailan con swing, se reordenan tipo Lego.
Sale. Lo reciben piolines eufóricos, lo abrazan como si fuera cumpleaños.
Le dicen que está en el mundo de los pájaros.
Se lo cree.
Ahí conoció a su esposa. Venía de una despedida de soltera.
RELATO 3
JUANILLO Y LA EXTRAÑA CAJA
Una enorme caja de acero apareció una mañana en la plaza.
Después de comprobar que allí no estaba Tutankamon, todo el pueblo entró en la caja, agarraban un asqueroso animal y se lo ponían en la oreja.
Cuando por fin salieron los últimos, tres personas, Juanillo entró, descolgó el bicho, no sin antes comprobar que no mordía, se lo puso en la oreja y... un chirrido discordante casi le revienta el tímpano; soltó el bicho que se quedó colgando de un larguísimo rabo y balanceándose de manera ominosa.
Juanillo salió corriendo y gritando con todas sus fuerzas:
¡Al carajo con los inventos!"
RELATO 4
EL CORDÓN UMBILICAL: LA CABINA
En la Noche Vieja 79/80 conocí un chico. Estudiaba en Segovia, surgió algo entre nosotros.... Las cartas iban y venían, pero lo que más nos unía era escucharnos. En la distancia surgió el enamoramiento.
Ahí estaba" LA CABINA", habitáculo del que se aguantaba: el calor, el olor a tabaco, las monedas que pesaban mucho y el turno del antipático que te golpeaba la puerta para que cortaras, que llevaba mucho tiempo esperando.
El final era especial e igual: -" Corta tú...""
-" No, cuelga tú....""
-" No, tú..." Piiiiiiiiiiiii......
RELATO 5
PODÉIS IR EN PAZ…
Después de misa, mi abuela Paquita siempre nos lleva a mi hermano y a mí a la cabina de teléfonos de la plaza Infantes. Pone cinco duros en la ranura y marca un número muy largo. Y entonces habla con una señora que sabe lo que va a pasar, eso dice mi abuela. Yo escucho la conversación pero no entiendo nada. Si esa mujer podía adivinar el futuro, le pedí a mi abuela que le pregunte que cuándo volverán papá y mamá. Colgó el teléfono y se le escapó una lágrima. Nunca más volvimos a esa cabina de teléfonos.
RELATO 6
VIRTUDES
Virtudes Redondo tiene dos hijas y un hijo. La mayor quiere ser artista, y la de enmedio no sabe lo que quiere ser.
Llaman a Remigio, el padre, que está en el pueblo, para contarle que el pequeño, Miguelito, tiene que quedarse dos semanas más en el hospital. Que mande algo de dinero. Que la señora de la pensión, aunque lo entiende, pide lo suyo.
El niño no mejora, así que lo van a operar otra vez. Que le diga a don Emilio que en la capilla del hospital no hay ningún cura que se llame Gregorio.
RELATO 7
VOCES QUE NO SE APAGAN
Esa noche ella dijo cosas de las que sin duda se arrepentiría para siempre, pero no había marcha atrás.
Llamó desde una cabina telefónica en mitad de la nada, mientras llovía a mares.
Finalizó diciendo: "Cariño, llego tarde, he tenido un problema en el coche, besos".
Tras muchos años, el teléfono comenzó a sonar. Alberto descolgó, escuchó a Clara, su mujer.
Tragó saliva, sin articular palabra.
La llamada no tenía nada de especial, salvo un detalle imposible.
Su mujer había fallecido asesinada aquella noche, treinta años antes.
Aún se conserva la antigua cabina telefónica, testigo mudo de ese día maldito ...
RELATO 8
¿A QUIEN VOY A LLAMAR?
¡Mamá!
¡Ay, que alegría escuchar tu voz!
¡Cuántas cosas te tengo que contar! ¡No paran!
Ese...¡otro que tal baila!
Trabaja todo el día, si no...
¡Que grande está!
–Ya se me ha hecho mujer...
No para de darme la lata:
¡Mira como se me viste.!
¡Aju, "mi arma"! ¡Que cansino es!
No te imaginas lo que te echamos de menos.
Vente unos días mamá.
No puedo llamarte mucho, las conferencias salen caras cuando son fuera de la capital.
Puse una camita de 110.
¡Nos haces mucha falta!
¡Que ganitas!
Tengo que colgar, te quieroooo!!!
RELATO 9
NO MIRES ATRÁS
No, no mires ¿por qué tuviste que mirar?
Mírame a mi.
Respira conmigo, verás como el miedo se va haciendo cada vez más pequeño.
No os preocupéis, mientras estéis conmigo no os va a pasar nada.
Mamá ¿pero qué pasa si nos encuentra?
No nos podrás proteger.
No os preocupéis.
No nos encontrará y yo podré cuidaros.
No, no miréis más.
Vamos, mirarme a mi.
Hola ¿policía?
Ayúdenme, por favor, mi marido...
Señora ¿se encuentra usted bien?
Dígame ¿dónde se encuentra?
Señora ¿me escucha?
Papá ¿qué has hecho?
Mamá, ¡mírame!
¿Qué te pasa mamá?
Mamá, ¡despierta!
¡Levanta mamá!
¡Mamá!
RELATO 10
LA CAPA DE MAMÁ
Abro los ojos y escucho sus pasos en la cocina. Sé que prepara tostadas con mantequilla.
A veces la noto cansada; sus ojos ya no brillan como cuando mi padre está contento.
En los días tristes nos saca de casa, nos mete en la cabina y dice que va a ponerse su capa, como Superman en la peli.
Yo la creo.
Sale de la cabina distinta, como si hubiera dejado la pena adentro.
Y cuando mi padre llega con cara de malo, llenando la casa de gritos y golpes, mi madre nos susurra:
—Pegáos a mí… que salimos a volar.
RELATO 11
SIEMPRE LLAMA DOS VECES
-¡Quillo! ¿Me ze oye? -A gritos, Dolores, llamaba a su marido desde una cabina.
-¡Que quite la olla de la lumbre y le de una vuerta ar chico, que lo dejé dormío en la cuna!
-Déjate de monzerga, tengo na má que cinco duro y esto ze traga laz perra en un zuzpiro.
-¡Amo a ve! ¿Querei pará ya?
-¡No tú, no! ¡Tuzijo, que me tienen atacá!
-¡Omaita, meztoy meando!
-¡T’aguanta! -le respondió Dolores a su hijo.
-¡Yo, no me pueo menea!
-¡Cállate, Milagrito! ¡Ahora za cortao!
RELATO 12
LA NOVIA
Una tarde, el abuelo nos mandó espiar a la tía Paca. La seguimos hasta una cabina y, sin ningún tipo de disimulo, nos colamos con ella. Vimos cómo se ruborizaba al preguntar si se podía poner Manolo, cómo le chispearon los ojos y se le dibujó una sonrisa boba con el primer «hola». Cuando se lo contamos al abuelo, no nos creyó. Pensaba que su Paca no podría enamorar a nadie por sus ojos demasiado juntos y su cuerpo apretado. No contaba con mi tío Manolo que, ciego de amor, encontró en ella toda la belleza del universo.
RELATO 13
JUANA NO ESTABA LOCA
En su barrio la apodaban "la loca".
Juana, de mediana edad, desaliñada pero siempre impoluta.
Su rutina era entrar todos los días en la única cabina telefónica del pueblo y quedarse allí horas "hablando" con los muertos.
Cuando salía, seguida por la chiquillería, pregonaba desgracias, fallecimientos, sexo de los futuros bebés...
Nadie le echaba cuentas, era inofensiva, y...¡Acertaba!
Un día salió chillando de la cabina: ¡FUERA DE LAS CASAS TODOS!
Riendo unos, asustados otros, pero todos salieron curiosos.
A los cinco minutos el suelo tembló y las casas se vinieron abajo.
Muchos heridos, ningún muerto.
No estaba tan loca.
RELATO 14
MOMENTOS DEL PASADO
—¡Mamá, yo también quiero hablar!
—¡Queréis dejarme tranquila las dos! ¡Como os meta un guantazo a cada una vais a hablar sin teléfono y sin ná!
Hoy me ha venido a la memoria esta cantinela de mi madre cuando la molestábamos en la cabina.
Ha sido como un flash del pasado al ver una vieja cabina telefónica.
Es increible como un simple mobiliario urbano, puede removernos y hacernos revivir recuerdos de otra época.
Adquieren un valor que solo poseen porque nos retrotrae a un tiempo pasado que, feliz o no, era
nuestra infancia y era nuestro momento.
RELATO 15
SILENCIOSOS… O NO
Empezaba a ser frecuente que nuestra madre cogiese un autobús para ir a cuidar de la abuela, la cual parecía apagarse cada día un poco más.
Cuando eso sucedía, Olga se encargaba de nosotros. Era una mujer bastante maja, pero a la que había que evitar en determinados momentos. Como esa mañana en la que nos sugirió llamar a nuestra madre desde una cabina y accedimos con muchísimas ganas.
Auricular, monedas, teclas, saludo alegre y un forzado carraspeo. Esto último… la señal que más temíamos. Inmediatamente, alejarnos se convirtió en nuestra máxima prioridad. ¡El festival de flatulencias había comenzado!
RELATO 16
LA CABINA DE CLAUDIO COELLO
Recuerdo las caminatas bajo el sol de agosto con mi abuela hasta aquella cabina de la calle Claudio Coello. Eran cita diaria desde el verano del 73. Marcaba, apenas unas frases y a casa. Meses después, volvimos a Euskadi.
Han pasado más de cincuenta años desde que Carrero voló por los aires, y todavía me asombra el silencio con el que la historia se escribió sobre nuestras espaldas. Nadie sospechó de una anciana en bata floreada, con dos nietos a su sombra, enviando mensajes cifrados.
Años después supimos la verdad: mi abuela fue pieza clave en la Operación Ogro.
RELATO 17
EL PLACER AJENO
Mamá hacía varias llamadas todos los días, siempre alegre, así era ella. Pero nos habían cortado el teléfono unas semanas atrás.
Salíamos por la mañana, maqueados, nos habíamos duchado el viernes, ¡que más queríamos!.
Llegábamos a la cabina, tres colacaos y dos magdalenas después.
Animados por lo indecible, todos dentro.
Ella suspiraba, nosotros nos reíamos, y seguía suspirando mientras ponía el dedo índice en vertical sobre su boca. Silencio, decía con su dedo mientras suspiraba.
Ahora sé que mi madre inventó el teléfono erótico, y no me importa. Somos un abogado, una ingeniera y un artista gracias al placer ajeno.
RELATO 18
TRASERO ESPACIAL
Cuando mamá agitaba el monedero lleno de pesetas, sabíamos que llegaba la misión: “viaje interdimensional en la cabina telefónica”.
Dentro, el estrecho espacio quedaba ocupado por el monumental trasero de mamá, mientras nosotros, cadetes fieles y obedientes, pulsábamos botones invisibles y dábamos órdenes al “control central”.
Cada moneda era combustible interestelar… salvo cuando la cabina se tragaba un duro sin despegar. Entonces mamá gritaba al auricular como negociando con marcianos hasta que se oía la voz de mi tía :-Diga?… Eres tú Rafaela?
Al salir, la gente nos miraba, habíamos sobrevivido a otra misión telefónica, la más peligrosa del barrio.
RELATO 19
LA HORA DEL BOCADILLO
¿Que cuál era mi momento preferido de la semana? ¡La hora del bocadillo!
Mi padre esperaba la llamada de mi madre en el bar en el que trabajaba en Basilea. Solo los miércoles, eso sí, pero sabía a gloria.
Que tiempos aquellos... ¡Cuánta fraternidad entre vecinos! ¡Y qué larga era la cola de la cabina de teléfono del pueblo para llamar!
Hoy me desconsuela escuchar desde mi escaño como algunos chiquillos que hacían cola como yo, hablan desde su tribuna de los migrantes que vienen a robarnos el pan. Qué fácil son de manipular algunos y que hipócritas son otros.
RELATO 20
ENTRE SEÑORITOS Y CAPATACES
Cuando trabajaba cuidando a los hijos de los señoritos, aprovechaba los paseos con los niños para ir a la cabina, de estas modernas, a llamar a la abuela, que iba al bar del pueblo a la hora concertada.
Lo más importante era decirle que se pasase por correos a recoger el dinero del giro telegráfico, que en casa éramos ocho.
Me dijo con alegría:
– "Hija, con este panné voy a cambiá er relleno de loh corchones, porque con loh de corteza de maí, del que que recogemo der capatá, en cuanto ze menea un zagá, me ze dehpierta media caza."