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Foto: Jose Aguilar |
RELATO 1
Cerca del río
Era nuestro lugar preferido: la parte trasera de la iglesia del pueblo, la que daba al valle de las Espigas, cerca del río. Allí nos sentábamos al sol, junto a la muerte, y junto a aquel hombre con una cruz sobre el pecho que miraba hacia arriba como buscando a alguien.
Nosotros, en cambio, solíamos mirar hacia abajo, hacia la tierra, en donde encontrábamos la risa y la alegría; porque la vida era un juego que irradiaba placer...
Estábamos lejos de los dolores físicos y metafísicos que nos invadieron años después sin poderlos evitar. ¡Qué lejos estoy de aquel niño!
RELATO 2
EL HOMBRE DE PIEDRA
Hacía mucho rato que madre salió. Mis hermanas y yo nos asustamos. ¿Podría ser que no fuera a volver más? Con padre ocurrió así. Se fue a trabajar y no volvió nunca más. De lejos se oían las sirenas. Madre nos tenía dicho que cuando las oyéramos nos escondiéramos junto al hombre de piedra, que era un santo y nos protegería contra todo mal. Así que, allá nos fuimos, llevando conmigo mi mayor tesoro, mi pelota nueva y mis dos hermanitas. Madre nunca volvió, y el hombre de piedra nos protegió. Hoy día, nunca faltan flores al hombre de piedra.
RELATO 3
LA INICIACIÓN
No perdemos la oportunidad, cada fin de semana, de recorrer los cementerios más notables. Nos parece el lugar idóneo para preparar a nuestros hijos y, de paso, pasar el día con otras familias iguales a nosotros.
Lo más importante es educarlos en _el Satanismo._ Nos encanta verlos corretear entre las tumbas, jugando y alterando la paz de los Campos Santos.
Un día ocurrió algo muy curioso: Aquel panteón, nada más aparcar los vehículos, pareció advertir nuestra presencia y, de tener una pose serena, comenzó a retorcerse hasta adoptar una postura de sufrimiento, como implorando ayuda divina... Aquello fue muy divertido.
RELATO 4
SIETE ×TRES = DOCE
Empezamos con las letras. Luego con sumas y restas y entre medio muchas canciones. El profe Marcelo había sido cura en el pueblo. Nos hacía sentir muy queridos a pesar de los coscorrones que nos daba cuando se nos atrancaban las tablas.
Cuando faltó del cole y de la iglesia, le pusieron una estatua en el cementerio del pueblo. Decían que él había subido al cielo.
Nos acurrucábamos a sus pies y hacíamos trampas: Gritábamos que siete por tres eran doce, pero debía estar muy lejos porque ni por esas venía.
RELATO 5
EL ESCONDITE DEL MIEDO
Mientras mi madre recogía la autorización en el Tribunal Tutelar de Menores que nos permitía salir de paseo con mis padres, esperábamos obedientes en el jardín del convento que lindaba con el edificio institucional.
Debería guardar de aquellos días un agradable recuerdo, pues la familia viajaba unida, jugábamos juntos los hermanos, mi madre sonreía mientras lloraba, nos emocionábamos… mas lo que sentía, siendo tan pequeña, era cierto temor sostenido por el alcohol de mi padre al volante y los reiterados accidentes con el coche.
De vuelta con las monjas no comentábamos nada, pero yo suspiraba aliviada. Estábamos todos a salvo.
RELATO 6
MIS RECUERDOS
La primera vez que mi padre nos llevó a ver la estatua, lloramos. Nos daba miedo.
De vuelta, en casa, mi padre nos contó que no era peligrosa.
-Es como un muñeco pero más grande y frío, porque es de piedra-.
-¿Pero está muerto?- pregunté.
-No. Es una estatua- contestó.
-Las estatuas están muertas- dijo mi hermana.
Volvimos a aquellas ruinas. Con cautela y menos miedo nos acercamos al esperpento. Mi hermana colocó su manecita sobre la frente del hombre yacente.
-Está caliente- dijo.
Junto a la estatua aguantamos justo para que mi padre nos fotografiara bajo aquel sol abrasador.
RELATO 7
Fuimos eso y mucho más
Fuimos descubridores de estrellas,
conquistadoras de tierras,
guerreros en libertad.
Navegábamos los ríos,
escalábamos estatuas,
tomábamos la ciudad.
Fuimos magos sin sombrero
nadadoras incansables,
potrillos sin amaestrar.
También fuimos astronautas,
volábamos en cohetes
qué construía papá.
Fuimos príncipes, princesas,
atracadores de bancos,
piratas en alta mar.
Buceando en lo profundo
fuimos peces de colores,
tiburones que atrapar.
Fuimos jinetes del viento,
bailarines debutantes,
actrices sin consagrar.
También fuimos escapistas,
equilibristas audaces,
y monstruos para asustar.
Pero sobre todo fuimos
un batallón de sonrisas
sin reglas ni capitán.
RELATO 8
El viejo fraile
La figura de Fray Junípero ha guiado mis pasos antes incluso de que supiera quien era.
Desde pequeños, mis hermanos y yo solíamos jugar en los aledaños de la antigua misión española que había cerca de nuestra casa.
La estatua de un fraile era nuestro inesperado compañero de juegos.
Esa actitud implorante hacia el cielo siempre me tenía pensando qué era lo que esperaba ver.
Ya estoy seguro de saberlo cada vez que contemplo su figura desde el ventanuco redondo de la misión... donde ahora ejerzo como prior.
RELATO 9
Voluntad
Habíamos decidido abandonarlos a la puerta del Monasterio, pero salieron del coche e inocentemente se dirigieron hacia ese recodo.
Jugaban sin más. Cerraban los ojos cegados por la luz de la mañana, con el futuro escrito en su sonrisa.
El teatrillo nos calentó el alma. Eran animalitos, en un paraje inanimado de esculturas afiladas y rodeado de flores etéreas, rotas por el viento.
Cuando nos quisimos dar cuenta, nuestra voluntad estaba quebrada.
Y desde ese momento hasta ahora.
Fue dejar el LSD y las anfetaminas y convertirnos en los padres que quisimos tener.
RELATO 10
LA ENREDADERA
La caja contenía esta fotografía junto al resto de efectos personales de mi hermano Pablo.
“Blito” para mí, Capitán Hernández para la etiqueta del Ministerio de Defensa pegado en un costado.
La miro con nostalgia y mis ojos se llenan de lágrimas y un nudo en la garganta me atenaza.
Recuerdo perfectamente, esa tarde soleada en los jardines del orfanato.
Tres hermanos a los que nadie quería juntos pero sí por separado.
Eva fue a parar a Logroño y una enfermedad se la llevo joven.
Yo, Elena, soy diseñadora de juguetes.
En mi memoria, pese a todo, seguimos enredados.
Siempre.
RELATO 11
Jardín de flores
Luz de media mañana, el sol pegaba con fuerza, se arrastraba lentamente sobre la plaza y el muro de la abadía.
La niña acudía cada día al mismo lugar donde las esculturas de piedra y, con la naturalidad con la que hablaba a sus amigas, les contaba detalles de su día.
Les ponía nombres recién inventado, parloteaba con las manos y el movimiento de sus ricitos, tenía una imaginación asombrosa, una lengua locuaz, terminaba cada conversación prometiéndoles que les tenía reservado en su jardín un lugar lleno de flores.
Las esculturas se estremecían de alegría, después de tantos años allí.
RELATO 12
EXTRAÑEZA
¿Os acordáis? La hiedra serpenteaba por el suelo deslizándose hacia la claraboya, pero antes se había escondido bajo nuestras piernas, atravesaba la garganta de María, que se tapó la frente con el brazo, después llegó hasta Rafael traspasándolo, se ocultó un ojo. No podía creérselo, ¡ Qué risa!
¡Milagro!
Nos hicimos pequeños y teníamos la impresión de ver detrás de nosotros a Fray Junípero.
¿Milagros?
¿Llamaban milagros a las alucinaciones producidas al mezclar amapolas con setas?
¡Cuántos milagros conocidos habían sido efectos de yerbajos!
Yo, aunque muy pequeña, también las probé.
Y me sentí feliz, en el limbo como vosotros.
RELATO 13
Esperando
A nuestro tío le encantaba contarnos toda clase de historias porque nunca dudábamos ni un ápice sobre su veracidad.
Al mudarnos a aquella casa nos dijo que las estatuas del jardín eran almas que habían perdido la alegría de vivir y que llevaban siglos sometidas a la soledad debido a su condición de piedra.
Fue tal el impacto de sus palabras que mis hermanas y yo decidimos pasar tiempo allí todos los días.
Risas, juegos, calidez… Arropados por ese ambiente volverían a ser de carne y hueso.
Sabíamos poco de la vida, pero fe y esperanza teníamos de sobra.
RELATO 14
Miradas de amor, miradas de piedras, miradas inocentes.
Era primavera, los pájaros anidaban en las estatuas del parque, las mariposas revoloteaban.
Ahí estaba ella serena como una esfinge, con sus ojos de piedra dirigidos al balcón. Él se asoma. Su esposa lo despide; a sus espaldas, él guiña un ojo a la escultura.
El Sol iluminó a la mujer de piedra, se transformó, en humana.
Por fin con el hombre que la pone a mil por hora.
— Preparada para un subidón de adrenalina— le dice él.
Los motores rugen, comienza la competición. Es su secreto.
Aparte de este comparten otro…
Él despertó, su tren llegó.
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